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lunes, 27 de abril de 2015

la función del arte




La función del arte/1
   Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
   Viajaron al sur.
   Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
   Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas dunas de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor que el niño quedó mudo de hermosura.
   Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre;
-         ¡Ayúdame a mirar!

Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: "El libro de los abrazos" Eduardo Galeano

lunes, 20 de abril de 2015

el poeta es un árbol con frutos de tristeza




Este es el prólogo.


Dejaría en este libro
toda mi alma.
Este libro que ha visto
conmigo los paisajes
y vivido horas santas.

¡Qué pena de los libros
que nos llenan las manos
de rosas y de estrellas
y lentamente pasan!

¡Qué tristeza tan honda
es mirar los retablos
de dolores y penas
que un corazón levanta!

Ver pasar los espectros
de vidas que se borran,
ver al hombre desnudo
en Pegaso sin alas,

ver la vida y la muerte,
la síntesis del mundo,
que en espacios profundos
se miran y se abrazan.

Un libro de poesías
es el otoño muerto:
los versos son las hojas
negras en tierras blancas,

y la voz que los lee
es el soplo del viento
que les hunde en los pechos,
entrañables distancias.

El poeta es un árbol
con frutos de tristeza
y con hojas marchitas
de llorar lo que ama.

El poeta es el médium
de la Naturaleza
que explica su grandeza
por medio de palabras.

El poeta comprende
todo lo incomprensible,
y a cosas que se odian,
él, amigas las llama.

Sabe que los senderos
son todos imposibles,
y por eso de noche
va por ellos en calma.

En los libros de versos,
entre rosas de sangre,
van pasando las tristes
y eternas caravanas

que hicieron al poeta
cuando llora en las tardes,
rodeado y ceñido
por sus propios fantasmas.

Poesía es amargura,
miel celeste que mana
de un panal invisible
que fabrican las almas.

Poesía es lo imposible
hecho posible. Arpa
que tiene en vez de cuerdas
corazones y llamas.

Poesía es la vida
que cruzamos con ansia
esperando al que lleva
sin rumbo nuestra barca.

Libros dulces de versos
son los astros que pasan
por el silencio mudo
al reino de la Nada,
escribiendo en el cielo
sus estrofas de plata.

¡Oh, qué penas tan hondas
y nunca remediadas,
las voces dolorosas
que los poetas cantan!

Dejaría en el libro
este toda mi alma...

Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: Federico García Lorca

lunes, 13 de abril de 2015

abril -de nuevo-


En la posada del fracaso,
donde no hay consuelo ni ascensor,
el desamparo y la humedad
comparten colchón
y cuando, por la calle,
pasa la vida, como un huracán,
el hombre del traje gris
saca un sucio calendario del
bolsillo y grita
¿quién me ha robado el mes de abril?
¿Pero cómo pudo sucederme a mí?
¿Quién me ha robado el mes de abril?
Lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.

Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: Joaquín Sabina

lunes, 6 de abril de 2015

recuérdalo


Recuérdalo, fue como si el techo de tu habitación se llenara de pronto de nubes y tú y yo, ahí abajo, volando, tan ausentes a todo lo que no fueran nuestras alas. Acuérdate de cómo el mundo, por fin, se convertía en una mentira y nosotros éramos la única verdad. De cómo nos besábamos, como si tuviéramos toda la vida para hacerlo, como si supiéramos con total certeza que el último beso sería como el final de las canciones y no llegaría jamás, como si besándonos consiguiéramos quedarnos allí, juntos. Acuérdate de cómo vencimos al sol bailándonos, estallando todas las letras del abecedario, las ocho notas de la escala, de cómo entre gemido y gemido, te llené la lengua de palabras en el viento, de cómo entre gemido y gemido me llenaste el vientre de canciones bajo la lluvia. Acuérdate, recuérdalo, lo difícil no es olvidarte, es querer hacerlo. Lo fácil no es recordarte, escribirte, imaginarte, soñarte. Lo fácil son estas ganas de querer volver a tenerte. Por eso tienes que acordarte, y recordarlo, y no olvidarlo, y pensar que una noche fuimos tan libres que se nos quedaron los labios salados y los ojos empañados como si lloviera hacia arriba y se nos despeinara el pelo y cerráramos el paraguas para ahogarnos -no habrá mejor tormenta que la que sucedió en mis ojos cuando te besé por primera vez-. Como si querernos fuera como nadar en el océano: algo tan inmenso como imposible. Por eso, acuérdate, recuérdalo. Porque recordarnos es lo único que podemos hacernos.

Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: Elvira Sastre